Salmón chileno: tóxico y agónico

images (1)Por Marina Parisi, publicado el 2017

¿Sabías que en algunas cadenas de supermercados de Estados Unidos está prohibida la venta de salmón chileno y que en Argentina la autoridad sanitaria hizo un llamado a no consumirlo?, la razón es muy simple: se han detectado importantes cantidades de antibióticos en el producto chileno, por lo que este reconocido bien de exportación nacional hoy está muy lejos de ser saludable y seguro para la salud humana.

“Según señala el Reporte de Sustentabilidad 2008 de Marine Harvest, mientras la oficina noruega consumió 0,02 gramos de antibióticos (principio activo) por cada tonelada de salmón producida en 2007, ese mismo año la filial chilena consumó 732 gramos por cada tonelada de salmón, vale decir, 36 MIL VECES MÁS para el mismo producto, en la misma empresa”, recalcó Héctor Kol, Ex Encargado del Programa Marino en Fundación Pumalín, Asesor acuícola del Programa Marino en CODEFF (Comité de Defensa de la Flora y Fauna), Asesor Acuícola de REAL-Chile (Magallanes) y miembro del Comité de Defensa del Borde Costero Puerto Montt. El experto hizo estas declaraciones durante su presentación en el IMPAC4, “Congreso de Áreas Marinas Protegidas”, realizado en septiembre pasado, en la Región de Coquimbo.

Lo cierto es que cuando a fines de los ´90 importantes conglomerados internacionales y locales se establecieron en Chile y apostaron en grande a la salmonicultura intensiva en las tres regiones más australes de nuestro país, nadie imaginó jamás cuan errática sería toda su gestión productiva, sanitaria y ambiental.

Todos nos enteramos del famoso virus ISAv, que en 2007 arrasó con más del 60% de la producción. Luego, vendrían otras enfermedades menos conocidas por nosotros, como el Síndrome Rickettsial del Salmón (SRS) y la Necrosis Pancreática Infecciosa (IPN), que también socavaron la salud de los salmones cautivos en las balsas-jaulas flotantes.

El problema es que todas “estas enfermedades bacterianas han inducido al uso irracional de antibióticos en los centros de cultivo”, advierte el informe “La Agonía 2.0: El Estado Sanitario de la Industria Salmonera en Chile”, desarrollado por Fundación Pumalín y publicado el 2014. Lo peor es que “las restricciones al uso de antibióticos en Chile son INEXISTENTES, no hay límite ni al tipo de antibióticos a usar, ni a la forma de suministro, ni tampoco a las cantidades a aplicar”, asegura el informe de Fundación Pumalín.

“Y este consumo irracional de medicamentos se extiende a lo largo y ancho de todo el mar de la Patagonia chilena, especialmente en Aysén, donde se obtiene la principal producción chilena de salmón”, detalló Kol durante su exposición en el IMPAC4.

El hecho es que “la industria del salmón en Chile sólo se mantiene a base de cantidades exorbitantes de  productos químicos para prevenir o combatir cada una de las patologías que afecta a los salmones, en un mar donde antes se desconocía la presencia de antibióticos, desinfectantes y colorantes artificiales”, sentencia el informe de Fundación Pumalín.

El exceso de antibióticos en la salud

El exceso de antibióticos en el salmón, principalmente FLUMEQUINA y ÁCIDO OXOLÍNICO, tiene un efecto preocupante en la salud humana, ya que genera inmunidad a los remedios para combatir ciertas patologías.

“La aparición de multiresistencias a bacterias patógenas en Chile ha sido relacionada con el uso irracional de antibióticos en la salmonicultura chilena, y al consumo de productos del mar contaminados con los residuos de estos tratamientos”, precisa el informe de Fundación Pumalín.

“Aquí están usando antibióticos de última generación, la flumequina y el ácido oxolínico es lo último que ha creado la industria farmacéutica para salvar tu VIDA en caso de una infección”, alerta Kol. “Y el consumo crónico de estos antibióticos, a partir de alimentos marinos como el salmón,  ha generado tal resistencia a los medicamentos en los habitantes de Chiloé, que hay más inmunidad al remedio en los pacientes extrahospitalarios que en los pacientes intrahospitalarios”.

“En otras palabras, las personas que están dentro del hospital consumen menos antibióticos que la gente que está fuera del hospital y esta información ha sido publicada por el Colegio Médico de Chile”, enfatiza Kol.

Pesticidas: otro raudal de químicos

En cuanto al uso de pesticidas, este es otro tema que merece atención. “En 2007 la CFIA (Agencia Canadiense de Inspección Alimentaria) emitió al menos ocho “alertas sanitarias” para el mercado consumidor de salmón producido en Chile, a raíz de la detección de residuos de pesticidas en el producto chileno”, sostiene el informe de Fundación Pumalín.

Si bien en 2010 Sernapesca (Servicio Nacional de Pesca) autorizó el uso de los pesticidas CIPERMETRINA y DELTAMETRINA en centros de engorda afectados por el parásito Caligus rogercresseyi, en la práctica la entidad casi no se realizó visitas inspectivas para fiscalizar la aplicación de dichos pesticidas. “Es una facultad casi privativa de cada Jefe de Centro de Cultivo  (“Manager”) determinar la concentración del producto y la frecuencia con que se aplican los baños de pesticidas, siendo las empresas quienes responden a encuestas despachadas por correo certificado desde las oficinas de Sernapesca”, detalla el informe de Fundación Pumalín.

Por lo tanto, “la cantidad de baños con pesticidas, la concentración del producto y el destino de las aguas residuales de estos tratamientos es una información no disponible para el conocimiento público”, explicó Kol durante su charla en IMPAC4. “Pero, una noticia aparecida en la Revista AQUA respecto de un nuevo producto del Laboratorio Bayer, que tiene como principio activo el pesticida AZAMETIFOS, asevera lo siguiente”:

“…Desde Bayer destacaron que de los 701 tratamientos con azametifos realizados en Chile entre marzo de 2013 y 2014 para 252 centros de cultivo de salmón, el 70,6% ha tenido entre uno y tres baños; el 23,6% entre cuatro y seis baños; el 4,4% entre siete a nueve baños, y el 1,2% entre 10 a más baños…” (Revista AQUA, 14 de abril de 2014)

Hay que destacar que la CIPERMETRINA es un insecticida que se utiliza principalmente para combatir plagas de insectos en cultivos de algodón, cereales, frutas y verduras. Este puede penetrar al organismo humano por la boca, las vías respiratorias y/o por contacto cutáneo, y la exposición crónica a este producto puede producir trastornos cerebrales y motrices, polineuropatía (pérdida sensitiva y debilidad muscular), además de supresiones inmunológicas. El mundo médico ha descartado la posibilidad de que sea cancerígeno en humanos, aunque sí lo es en ratones de laboratorio.

En tanto, la DELTAMETRINA es otra de las sustancias químicas preferidas de los agricultores y permite eliminar, controlar o prevenir la presencia de ácaros (tipo de arácnido) en los cultivos. La exposición permanente a esta sustancia, ya sea vía oral, respiratoria o cutánea, puede gatillar potenciales efectos cancerígenos y mutagénicos (modificar los genes del organismo), junto con impactar en el sistema nervioso.

Colorantes ….más químicos para el paladar

A todo lo anterior hay que sumar los famosos colorantes químicos que utilizan las empresas salmoneras, a objeto de que su producto, originalmente de color gris, obtenga ese preciado tono rosa. Pese a que el pigmento utilizado, Astaxantina, es un carotenoide que se encuentra en forma natural en camarones, pequeños crustáceos y Krill, ésta también tiene su versión sintética, elaborada a partir de un proceso industrial. Así, cada productor elige el tono rosa con que quiere teñir a su producto, alimentando a los salmones con cápsulas químicas de Astaxantina.

¿Conclusión?, cuando nos llevamos un delicioso bocado de salmón a la boca, sin duda que sentimos placer, pero también estamos consumiendo un verdadero festín de toxinas… y el hecho de que no lo percibamos no quiere decir que no esté presente.

Deplorable gestión sanitaria

Las paupérrimas condiciones sanitarias con las que opera la industria del salmón, hacían previsible una crisis como la desatada por el ISAv en el año 2007, plantea el Informe “La Agonía 2.0” de Fundación Pumalín. 

“A menos de un año desde que fuera declarada la presencia de ISAv en los centros de cultivo de salmónidos en Chile, 2.200 kilómetros lineales de borde costero chileno, entre Puerto Montt (X Región) y Puerto Natales (XII Región), ya se manifestaba la presencia del virus. Ello fundamentalmente por la ausencia total de medidas de bioseguridad, exceso de manipulación de los peces, elevada densidad de cultivo (entre 25 y 30 kilogramos de pez por metro cúbico de agua), escasa preparación técnica y científica de los encargados de dar respuesta a la crisis, falta de tratamiento de las aguas residuales de las plantas de proceso y excesiva proximidad de los centros de cultivo, entre otras deficiencias”, describe el Informe.

“Todas estas falencias fueron detectadas y consignadas por el funcionario Stephen K. Ellis, de la APHIS (dependiente del Departamento de Agricultura de Estados Unidos y encargado de regular el ingreso de productos agrícolas y acuícolas al país), destinado inmediatamente a Chile en agosto del 2007, un mes después de conocerse la presencia del ISAv en cultivos de Marine Harvest”, agrega el informe de Fundación Pumalín. 

Es más, “durante los años de la crisis (2007 al 2009) las empresas salmoneras mantuvieron las mismas malas prácticas ambientales de los años previos, favoreciendo la dispersión y contagio del ISAv”, sentencia el informe.

“La salmonicultura intensiva en Chile es una industria mal hecha desde el principio”, enfatiza Kol, “se trajeron ovas infectadas, se cultivaron peces enfermos y se exportó una cierta cantidad de salmón con un precio de venta por debajo de los costos de producción. A todo ello yo agregaría los costos ambientales y sociales”.

El triste impacto para el mar austral de Chile 

“Lo que pasó en el mar interior de Chiloé, que es uno de los 10 mares interiores que hay en el mundo, es que se hizo lo que se quiso hacer con este mar, no hubo ninguna fiscalización”, asevera Kol. “El papel que cumplió la Armada de Chile, como garante de la soberanía del estado chileno sobre el mar territorial, ha sido lamentable, ha sido penoso”.

“De hecho, en los bordes de las concesiones salmoneras hoy no se ven ni siquiera las piedras. El fondo marino está todo tapizado de excremento de salmón muerto”, asegura el experto. “Eso elimina el sistema marino, lo liquida y deprime toda la cantidad de oxígeno que hay disponible en el ambiente para los seres vivos. Eso los mata a todos. Lo único que hay debajo de una salmonera es excremento de salmón, cadáveres de salmones y alimento en descomposición para salmones”.

Sergio Mayorga, Pescador Artesanal de Chiloé, recuerda que “cuando salíamos a pescar siempre identificábamos una falla de alrededor de unos ocho metros de profundidad, donde siempre había pulpos, rollizos, congrios, cholgas y erizos. Siempre fue muy rica y tenía de todo. Y cuando venían los tiempos malos, con grandes temporales, íbamos con la lancha a bucear a ese lugar y sacábamos para comer. Viene una de estas empresas grandes, solicita el lugar y se instala sobre ese banco natural de recursos marinos. Pero, el excremento de salmón muerto en esa zona ahora alcanza casi un metro de altura y todo se ha podrido. Ahora no hay absolutamente nada”.

“No sabemos siquiera cuantos centros de cultivo están sumergidos con pescados muertos y todo adentro, en el fondo del mar”, sostiene Kol, “porque para ahorrar en los costos de matanza de los peces enfermos, las empresas agarraron las redes, las amarraron y las enviaron al fondo del mar con los peces putrefactos dentro de las balsas-jaulas, en medio de fiordos o canales que están protegidos por parques nacionales”.

“Yo creo que este es uno de los peores desastres ambientales de la historia de la humanidad”, opina el experto. “Aquí se han tirado miles de toneladas de antibióticos al mar y millones de litros de pesticidas. Por cada kilo de antibiótico que tiran al mar disuelto en alimento para los salmones, se pierde entre el 40% y el 90%, o sea, todo eso queda disponible en el medio acuático”.

“Todo lo que era apto para el consumo humano ya no lo es. La pesca artesanal era la única producción orgánica que existía en Chile. No utilizaban ni colorantes, ni pesticidas, ni hormonas de crecimiento, ni transgenia. Solo iban a buscar y traían de vuelta los pescados. Hoy la pesca artesanal ya no puede garantizar que lo que está trayendo del mar es saludable”, concluye Kol.

Hasta aquí es evidente que Sernapesca no cumplió con su misión “de contribuir a la sustentabilidad del sector y a la protección de los recursos hidrobiológicos y su medio ambiente, a través de una fiscalización integral y gestión sanitaria que influye en el comportamiento sectorial promoviendo el cumplimiento de las normas”, según reza su sitio web. De hecho, La Contraloría General de la República realizó una auditoría a Sernapesa y en su informe final, emitido en septiembre del 2016, estableció que la entidad no hizo nada entre 2009 y 2014 …y por lo visto sigue sin hacer nada hasta el día de hoy.

*Las declaraciones de Sergio Mayorga y algunas opiniones de Héctor Kol, fueron tomadas a partir del documental:

“CONTRA LA CORRIENTE”

https://www.youtube.com/watch?v=9pOxCfrqre8