El genio

Publicado por Marina Parisi, junio del 2022

Paris, 1925

Marie vacilaba sin saber qué hacer. Necesitaba urgentemente consejo imparcial, efectivo. Debía provenir de una fuente profesional, capaz de disipar todas las dudas que la perturbaban de noche.

Contra todos sus prejuicios más profundos, decidió procurar ayuda psicológica, asunto que llevaría a cabo en el más absoluto secreto.

Tras estudiar el periódico a fondo, fijó su atención en un anuncio del psiquiatra chileno Segismundo Freire. El experto garantizaba resultados muy satisfactorios al consultante. Aunque el costo de la sesión superaba los 25 mil francos, Marie resolvió que valía la pena invertir parte de su copiosa herencia en la terapia.

El día de la cita llegó puntual. “Pase, acomódese en el diván”, le dijo el doctor con amabilidad. Su abundante cabello blanco peinado al viento, bigote del mismo color y la pipa a punto de caer de la comisura de su boca, le evocaban más a un científico empecinado por descubrir la verdad que a un médico. Ansiosa por aclarar su confusión interna, comenzó a hablar.

– Doctor tengo un problema, me equivoco mucho en el amor, no sé elegir.

– Ese es un dilema que afecta a la mayoría de las personas.

– ¿De verdad?, pensé que era la única. Me casé con un hombre encantador, cariñoso, guapo y divertido. No me gustaba que frecuentara tanto el teatro ni su inclinación por el póker, pero era feliz con él. Falleció hace dos años. Luego, descubrí que me había engañado.

– En un universo como éste es casi imposible no sentirse atraído por un alma afín.

– Pero, yo nunca le habría sido infiel a mi esposo.

– Eso no lo sabemos con certeza.

– Como sea, no quise seguir mi vida sola y me volví a casar.

– ¿Y cómo va su nuevo matrimonio?

– Verá, él es muy honesto y trabajador… pero …

– ¿Pero qué?

– Tiene un temperamento insoportable … no sé.

– No sabe, ¿qué?

– Si continuar con él o divorciarme.

El psiquiatra tomó su pipa y la encendió con una cerilla. Mirándola seriamente, le preguntó:

– Cuando está junto a él, ¿se siente a gusto?

– A veces.

– Si se encuentra sola en casa, ¿percibe algo de alivio?

– Sí.

– He ahí la respuesta, entonces.

Una sensación de paz se instaló en el pecho de Marie. Su entrecejo fruncido se relajó adquiriendo una tonalidad más luminosa. El doctor advirtió la transformación en el rostro de su paciente diciéndole:

– Permítame una sugerencia.

– Claro doctor.

– Si busca resultados distintos, no haga siempre lo mismo. – Le decía sonriendo mientras exhalaba hábilmente círculos de humo que rozaban el rostro de Marie.

– ¿A qué se refiere?

– La próxima vez que se entusiasme con un pretendiente, no tome ninguna decisión en los próximos 18 meses. Durante ese período la pasión domina la psiquis y los cambios electroquímicos en el cerebro explican aquel deseo imperioso de estar con la persona en todo momento. Tome una decisión después de un año y medio de relación. He visto a muchos cometer errores de los cuales hoy se arrepienten, como por ejemplo casarse.

En ese momento Marie se maravilló con las palabras del médico, pensando que era un genio.

– Muchas gracias, doctor, seguiré sus recomendaciones.

– Lo último, ¿quiere una vida verdaderamente feliz?

– Sí.

– Viva en función de una meta, no de una persona.

Aún más sorprendida por la sabiduría del médico, le agradeció pagándole el valor de la consulta. Marie se marchó convencida de que había sido un gran acierto haber expuesto su drama amoroso al análisis de Segismundo Freire.

“Un hombre como éste merece el Premio Nobel de Psiquiatría”, se decía abriendo su paraguas para sortear feliz la primera lluvia de la estación.